
Me muestra todo, me explica que hay que escribir nuestros deseos y agradecimientos familiares en el cuadernito, y que el rosario ese da suerte.
Ante la fragilidad de los elementos, los pongo a buen recaudo, salvo el rosario que la nena tenía colgadito del cuello. Previsora, le ofrezco regalarle un rosario para ella a cambio de que guarde el de la parroquia en la bolsita. Fascinada, con esos ojazos gigantes completamente iluminados, me miró entusiasmada y me preguntó "¡¿y ese lo puedo pintar?!!".
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