Bienvenidos...

Un espacio interior que da a la calle. Algunas historias son internas porque son de esas que pasan dentro de uno y no siempre se cuentan ni se muestran. Otras, porque son de nosotros con otros. Historias de nuestra propia historia o historias contadas desde dentro. Historias internas también es el espacio donde están las cosas de mis hijos, sus anécdotas, algunas de las infinitas escenas que me hacen vivir lo mejor de mi vida: Juli, Fafa y Santi. Por ahora escribo yo. Mañana tal vez escriban ellos.

Que lo disfruten como disfruto de vivirlas y escribirlas. Que sufran junto a mí. Que se alegren. Que compartan o disientan. Como sea, gracias por tomarse el tiempo de leer.

Fer


Las 3 mejores razones

martes, 16 de noviembre de 2010

Vamos que al fondo hay lugar

El fin de semana había sido de mucho potreo y de mucho consentimiento materno, ya que el padre de las criaturas estaba en Rosario por trabajo. Habían embuchado cualquier cosa en cualquier orden. No están acostumbrados a tomar gaseosa, pero habían tomado litros. Jamás comen golosinas, pero al heladito de la tarde siguió un chocolatín para cada uno. Tampoco son habitués hamburguesas ni papas fritas, pero estaban para batir el record mundial. Cómo habrá sido, que para la tercera comida del fin de semana Fafa pidió "fireritos" con manteca y Santi, sopa.

Julieta, of course, siguió fiel al imperialismo del Fast Food. No comió una hamburguesa: comió dos.

Para el domingo a la noche, regresado el padre, volvimos al esquema del pollito tranqui, pero el lunes viene la abuela. Y la abuela tiene una cita obligada y quincenal con la chatarra que pinte. Cuando no es Arcos Dorados es BERBERQUIN y, si no, fritanga de Casimiro. Qué se le va a hacer. Los pibes felices y la abuela otro tanto.

El lunes a la tarde la jornada se extendió, y llegaron a las 20.30, inmundos y fundidos. Baño urgente y... ¿da para cena??? Fafa, as usual, desnucó a las nueve. Un comensal menos. Pero mami, que pretendía mantener un cierto orden, sin demasiada convicción, les preguntaba insistentemente si alguno quería comer algo. Juli, con los párpados a media asta, decía que no mientras se debatía entre intentar espiar un dibujito o enfilar para la cama. Los planes cambiaron cuando, pulgar "del sueño" hasta la garganta, aseguró "voy al baño".

Desde el mismísimo inodoro, me llamó. Sentada, más cerca de Morfeo que de Baco, aseguró "yo no iba a comer nada, porque no tenía hambre, pero ahora que hice caca...".
Sí, cenó.

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