En un acto de derroche y opulencia, les llevé a los chicos unas lamparitas para leer en la cama, con un brochecito que se fija al libro. Existen desde que el mundo es mundo, y ojalá sigan existiendo, porque a juzgar por lo que las pagué y la calidad que evidencian, pueden llegar a durar, pongámosle, una semana.
Pero una cosa es que el producto sea perecedero y otra es que lo descuarticen. Así que se las dí, leyeron en la cama, y luego las guardé. Pero a Julieta no le causó ninguna gracia, porque ella es "grande".
"Me la podés poner encima del mueble, como el órgano y la computadorita, que me los tuvieron que poner ahí para que no me los agarrara (gesto de deditos como comillas) "cierto Santiago"."
1 comentario:
a veces los chicos dicen la verdad sin filtro, y es necesario.
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