
Una parte muy importante de la charla fue que prestáramos atención a todos los planteos de los chicos, y que no por desenvueltos tenían que estar preparados para esto. Y ahí el tema me tocaba de cerca. Sí, aún pibes como Juli, que no eran miedosos ni apegados, podían tener temores.
Esa noche la agarré a la negra bañándose. "Juli, sabés que en unos días se viene el campamento, y va a ser un día completo que vas a estar fuera de casa, toda la noche y luego todo el día siguiente. El martes te llevamos a la escuela a la hora de siempre y el miércoles llegan a la escuela un rato después del horario de salida habitual. Yo quiero que vos tengas la libertad de elegir qué querés hacer, porque no hay ninguna obligación de ir...". Juli lloraba. Con toda la cara fruncida y unos lagrimones gigantes que caían a chorros y se mezclaban con la espuma de la bañera. "No llores, hija, contame por qué te angustiaste, no tenés obligación de ir al campa, si no querés..:". Cuando pudo calmarse un poco, me miró con esos ojos enormes y puchereó "¿y por qué nosotros no podemos ir 3 días como los de tercer grado??".
Le pedí que terminara de bañarse y se fuera a poner el pijama, conteniéndome para no mandarla a cagar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario